Me voy
Once de la mañana. Me despierto con un café del Starbucks y un cigarro después de una noche larga en casa de B, cantando a voz en grito los temas del Singstar, como si nos fuera la vida en ello, entre copas de Cacique y mucho humo; con el primo Paco.
Resaca.
Vuelve a ser domingo en Madrid. Está nublado y casi no entra gente en la librería. Desde el ordenador de la planta baja escribo en el blog. Me digo a mí misma: ME VOY. Está decidido, y al pronunciar esa afirmación tan simple el cielo gris, corriente, del montón, adquiere un tinte a día del juicio final que me provoca un escalofrío.
Me escapo a otra ciudad, a empezar de cero... a huir.
Han pasado cosas. ¿p? y yo hemos hablado mucho. La tarde en que llegué a la librería y Silvi me recibió encasillándome "sin malicia" en el perfil de niña repollo queda ya muy lejos y adquiere para mí, al observarla con perspectiva, la categoría de principio de nuestra historia; una historia que ahora va a seguir sin mí porque me salgo del camino y, para abrir una puerta, con una pena que me exprime por dentro, cierro otra.
Algún día me haré mayor, pero no será hoy. Cada vez estoy más convencida de que, paradójicamente, quien decide crecer es el que se queda; el que se atreve a meterse en el agua hasta el cuello y no sale corriendo cuando le salpican las olas pequeñitas que alcanzan la orilla... durante estas noches de insomnio, previas a la decisión, he querido quedarme, no irme de la playa nada más que con la última luz, aunque en mi fuero interno sabía desde el instante en que recibí "La llamada de Svern" que me marcharía.
Pienso en mis amigos y en las renuncias mudas que se vienen conmigo; en todo lo que no se volverá a repetir porque, por mucho que lo intentemos, ya no tendrá el color de lo corriente, sino de lo esporádico; en los abrazos y las madrugadas que me voy a perder; en la batalla interrumpida...
Y aún así sé que tengo que irme, descubrir lo que está por venir. Ya lo hice una vez y, teniendo en cuenta todas las cosas buenas que he vivido, si ahora me quedara, nunca me lo perdonaría.