Cena en Puerto Rico
El Puerto Rico está en el centro de la ciudad, perdido en una callecita minúscula, perpendicular a la calle Abada, y su entrada apenas se distingue de los portales particulares. Sólo en Navidad, cuando rodearon con una guirnalda de luces el discreto cartel en el que se anuncia su nombre, la entrada del Puerto Rico adquirió cierta importancia, se creció como si la hubieran maquillado mucho y se hubiera transformado en la entrada de un puticlub. Nada más lejos de la realidad: el caso es que el Puerto Rico es un restaurante de los de toda la vida donde, no importa el día de la semana que sea, te sirven un menú caliente por no más de ocho euros.
¿p? nos llevó hasta allí hace ya algunos meses. Ayer por la noche volvimos. Conoce a Mariano, el encargado, y nos tratan bien. Cenamos sopa de primero y plato combinado de segundo. Bebimos vino con gaseosa. No nos diferenciamos mucho, al fin y al cabo, de los abuelos que se sientan en los bancos a ver pasar las horas y la gente. Comemos lo mismo.
Así pasó otro viernes; otra vez Naoko, ¿p? y yo riéndonos durante la cena y después delante de un mojito que protagonizó Paulino, el compañero de habitación del hermano de ¿p? en el hospital. Paulino tiene 84 años, una próstata que le obliga a levantarse sin cesar para ir al baño y un ansia ciega por contar su historia en voz alta remontándose hasta su niñez. El hermano de ¿p? tiene 16.
En la tienda, por la mañana, nos habían regalado tres libros de bolsillo con relatos y ensayos sobre la televisión. Al volver a casa en el último vagón del metro leí dos, uno de Mercedes Cebrián y otro de Millás. En el primero, la Muerte se pasea por la cocina de la protagonista cargada con su guadaña y su reloj de arena; en el segundo, Millas compara al ser humano con la hormiga y situa a su personaje en medio de un fin de semana infernal, que deja pasar encerrado en su casa, alimentándose de pizza... en definitiva: Panorama literario español, MAL; Panorama vital, LATENTE.
¿p? se despidió de mí suplicándome que intentara no dejar de hablar a nadie en las 48 horas que íbamos a pasar sin vernos. Estoy en ello.
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