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No me llames

Al final de la escalera

Al final de la escalera Alguien, no sé quién, ha escrito recientemente que Al final de la escalera (1979) es una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. El comentario surge de la nada durante un sábado, en una cena en mi casa con mis compañeros de trabajo, entre chupito y chupito de tequila.

A la semana siguiente, Vitu compra el DVD y me invita a su buhardilla un miércoles por la tarde para que lo visionemos juntos. Nunca antes había ido a verle pero no me pierdo. Resulta que vive en la calle de El Argentino, el local al que acudo con S cada vez que cenamos en Nagoya. El edificio de Vitu, en proceso de restauración como medio Madrid, me estremece. Está envuelto en andamios y, en cuanto traspaso la entrada del portal, una finísima película de polvo cubre mi cuerpo. No hay ascensor. Subo por la escalera de madera y noto como crujen los peldaños bajo mis pies. En el segundo piso la voz de Vituperio me guía hacia un pasillo de no más de metro y medio de altura. Le distingo asomado a la última puerta mientras avanzo encogida hacia su llamada.

La buhardilla, rectangular, tiene 28 metros cuadrados, dos ventanas interiores y un tragaluz sellado, del que Vitu ha colgado una bolita plateada como las de las discotecas para multiplicar la luz. Todos los muebles son de Ikea y el suelo es de parqué. En el ordenador portátil hay un CD de música clásica que quitamos para dar comienzo a la sesión después de hablar de Pequeño friki y abrir un par de cervezas. Pequeño friki no soporta el cine de terror. Cuando era pequeño hizo la güija en un parque y les visitó un espíritu que escribió "hu, hu, hu" saltando por el tablero de letra en letra. Desde entonces Pequeño friki duerme tapado hasta la cabeza cada vez que tiene que ver una peli de miedo.

Al final de la escalera tiene algo de telefilm y, más que asustarme, me trae recuerdos del cine de otros tiempos en los que, por ejemplo, las referencias y el recurso constante al cine japonés eran impensables. George C. Scott sobreactua y los "sustos", al lado de Vitu, riéndonos cada dos segundos, no logran su efecto. A pesar de todo me gusta verla y con frecuencia me tapo los ojos con un almohadón.

La conversación pospelícula gira alrededor de los títulos que, en su momento, más miedo nos dieron: El resplandor y La semilla del diablo ganan por goleada. A las once me despido de Vitu y a las once y media me descubro en mi casa con la televisión encendida y la reposición de Aquí no hay quien viva campando a sus anchas por mi diminuto comedor.

Descrito así, parece un día triste. Horror.

***

¿Un votito?

1 comentario

Ed Crane -

Pues a mí Al Final de la Escalera me gustó más como película de terror que muchos de los remakes de cine japonés sin argumento que tanto proliferan actualmente. Es, como tú dices, cine de otro tiempo. Y qué duda cabe que otros títulos como El Resplandor, con aquel inolvidable Nicholson, le dan muchas vueltas. Pero es que Kubrick es mucho Kubrick.