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No me llames

La guerra de los mundos

La guerra de los mundos Hace algunos años, en la universidad, hice un trabajo sobre el cine de Spielberg; hace un par de meses, durante mis vacaciones en Valencia, leí "La guerra de los mundos", de HG Wells; la semana pasada, en un cine de la calle Goya, vi la película de Tom Cruise. La peli no engaña a nadie, salvo por el hecho de parecerse bastante, bastante poco a la obra en la que se inspira, y aunque previsible, no deja de ser entretenida y eficaz.

En esta historia de ciencia ficción donde la Tierra es invadida por los marcianos, los extraterrestres dejan a su paso una frondosa e inquietante maraña de hierba roja. Me gusta el uso de los colores en el cine y, sobre todo, en la Literatura, porque es curioso su efecto al ser pronunciados y no vistos... tal vez mayor que, cuando con toda su rotundidad, aparecen delante de nosotros en los cuadros y las fotografías.

En la librería conviven a día de hoy cuatro ediciones de la novela de Wells, tres de bolsillo y una de formato normal prologada por Fernando Savater, ese hombre que sirve igual para un roto que para un descosido. A diario me cruzo con el título por las estanterías y los expositores. El libro de Alianza tiene la portada violeta, es mi favorito...

Después de los acontecimientos de esta semana, me reafirmo en la idea ya esbozada en un post anterior sobre la posibilidad de sentirnos como extraños en nuestro propio planeta. Estoy nerviosa. Escribo esto mientras hago tiempo... está mal que lo diga, pero es verdad... todo lo que estoy diciendo -escribiendo- no es sino una especie de estrategia personal para eludir lo que me está rondando por la cabeza sacándome de quicio... así que, por esa regla de tres, todo lo que estoy escribiendo me importa un bledo, es una tapadera, y no tiene otro valor que lo que oculta; es sólo una cortina de letras que no dice la verdad.

Suficiente paranoia por hoy. Mañana sigo.

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