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No me llames

Los carteles de Spielberg y Benedicto

Salgo del metro en Sol a las nueve menos cuarto de la mañana y me encuentro con el cartel que cubre una de las fachadas del centro, Benedicto XVI gigante, consagrando la Ostia, subrayado por una frase que se le atribuye a él mismo: "Dios no quita nada y lo da todo". Pues muy bien.

Avanzo hacia la Fnac con paso rápido y me acuerdo de que, apenas unos metros más lejos, en Callao, otro cartel de dimensiones desproporcionadas cuelga de un edificio cercano al cine Capitol anunciándole al mundo que quedan menos de 30 días para que se estrene "La guerra de los mundos" de Steven Spielberg, ese "peliculón" con Tom C. y Dakota Fanning, mi actriz favorita del momento (esto último lo digo en serio; me gustó en "El escondite" y en "Yo soy Sam").

Pero, actrices favoritas aparte, ¿qué hace la Iglesia promocionándose cual superproducción de Hollywood? La primera vez que vi al Gran benedicto en Sol fue el sábado pasado, mientras volvía a casa en un taxi con Sonia, Natalia y un par de copas en el cuerpo. Recuerdo que entonces pensé que, a veces, hay cosas que consiguen hacernos sentir como extraterrestres en nuestro propio planeta; por ejemplo, esa, colgar un póster tremendo en el corazón de una ciudad para promocionar al Papa... contemplar una imagen semejante me hizo sentir extraña. Aún no me puedo creer que una idea así haya podido salir de una mente humana.

4 comentarios

Vero -

Visto por el lado bueno, me alegra no ser la única que, a veces, se siente con una extraterrestre en este planeta. Y recordando una de mis últimas clases "TODO EN LA VIDA, EN EL MUNDO ES MARKETING"....¿Acaso alguien cree que la iglesia no?
Saluditos

Anónimo -

Visto por el lado bueno, me alegra no ser la única que, a veces, se siente con una extraterrestre en este planeta. Y recordando una de mis últimas clases "TODO EN LA VIDE, EN EL MUNDO ES MARKETING"....

Eli -

Jejejeje... no lo había pensado así, pero cuánta razón tienes.

Javier -

Hay cosas, sobre el funcionamiento del mundo, que a veces te hacen sentirte realmente como un lemming (ya sea el animal real o el bichito del juego, ambos valen de ejemplo).
Trastoca mucho.