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No me llames

Nadie viene a ver a Caneja

Nadie viene a ver a Caneja Nadie viene a ver a Caneja (1905-1988); esa es la reflexión que me sugiere la sala desierta del Reina Sofía en la que se expone su obra. Cuando entro con mis padres, aún no son las once de la mañana y en el patio del museo, desde cuyo centro nos observa un móvil de Cálder, se intuye una tranquilidad extraña, respaldada por pajaritos y una mezcla de voces infantiles. Una fila de niños bastante pequeños se pasea por los pasillos haciendo poco caso de sus profesoras. A mi madre le hacen gracia; a mí me gusta verlos vestidos con ropa de colores, muy europeos, acercándose al Arte aunque sea pronto para entender nada... acostumbrándose a ella.

Caneja, por lo que leo y compruebo después, es a la pintura lo que Machado a la poesía. Si el poeta escribió sobre los "Campos de Castilla", Caneja los pintó desde todas las perspectivas cubistas posibles. Me interesa porque sólo cambia dentro de la fidelidad a su estilo, evolucionando sin traicionarse, a pesar de que las circunstancias (la Guerra Civil y la Posguerra) no fueron sino tentaciones para que implicara su pintura en la batalla ideológica... ¿Se pueden decir cosas pintando constantemente paisajes? Yo creo que sí.

En 1977, el año que yo nací, Caneja pintó "Árboles", un cuadro en el que inexplicablemente, entre un conjunto de elementos paisajísticos tradicionales, se distingue una minúscula mujercita vestida con un traje de faralaes negro, apoyada en el tronco de un árbol. ¿La pondría ahí a próposito o surgiría sin querer, producto casual de las pinceladas del artista y el proceso perceptivo del espectador? Discutimos sobre ello mientras nos desplazamos hasta la ampliación del museo para ver a Oteiza ("Oteiza: mito y modernidad" ha estado abierta al público desde el 15 de febrero hasta hoy, 30 de mayo); después cogemos el metro en medio de un calor asfixiante y llegamos a Sol. En Labra tomamos Bacalao con vino y en la calle Arenal me compro unas zapatillas rojas con los cordones verdes.

Y mientras me preparo para entrar a la librería, pienso que cada una de las acciones que acabo de describir forman un día, el mío; y que cada una de ellas ha contado con una serie de elementos que se entremezclan sólo para mí: desde la obra de Caneja, que os podéis imaginar a partir del ejemplo que cuelgo con el post, a las zapatillas rojas, pasando por los juegos de luz y alabastro de Oteiza y el top manta... a todo eso se sumará el rabo de toro al día siguiente en Los Timbales, el trayecto en metro con Tino, el descubrimiento de un sinfín de títulos interesantes durante la tarea interminable de ordenar las estanterías de la sección de bolsillo... notas musicales con posibilades infinitas de combinación.

Anoto en la libreta: "idea al mismo tiempo interesante y paranoica; como yo".

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