Sobre avestruces y argentinos
Nadie lo mira, a nadie le sorprende después de tanto tiempo en el barrio. Se han acostumbrado a él y únicamente los que llegamos a Usera como quien llega a una isla desierta de forma accidental nos sorprendemos con la presencia un tanto surreal del avestruz.
Cuando a las diez emprendemos el regreso, me pregunto si volveré a verlo. Sonia me dice que sí, que siempre volveré a Usera porque nuestra amiga K vive allí y el barrio va a cabar por convertirse en un lugar al que acudir con relativa frecuencia... pero por lo pronto nos vamos. Cenamos en el japonés donde, sin haber reservado mesa, tenemos que conformarnos con asientos en lo que la camarera llama el "sushibar". Después tomamos el enésimo Beefeater con limón, esta vez en el argentino (C/ Garcilaso 5, metro Bilbao), un local donde los argentinos que viven en Madrid se reunen para confirmar que no están solos ni demasiado lejos de casa... reflexiono sobre eso mientras Sonia me deja para ir al baño y concluyo que se sienten un poco como avestruces en Usera. Semejante chorrada me confirma que vuelvo a estar un poco borrachuza.
Ya en casa, me alegro de que la luz del portal siempre esté encendida. A las tres me duermo.
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