De pintalabios, piercings, lencería y otras cositas
¡Viva la superficialidad!
La última vez que me deprimí me encerré en casa y me leí del tirón "El aroma de tu aliento", la segunda novela de Melissa P. Lo hice con la esperanza de bucear en un buen ejemplo de literarura erótica; error. Creo que es lo más malo que he leído este año. Un puercoespín, por darle bola a la brillante comparación de Rajoy, crearía más imágenes y enriquecería mejor la descripción de sus experiencias sexuales. Tiempo al tiempo. Mientras tanto, cansada de parapetarme detrás de la literatura para no llorar en público, decido cambiar de estrategia.
Lo primero que hago es llevarme el Forever Metallics a la librería para ver qué pasa. Sprima lo esperaba. La tarde anterior había sido ella quien nos había invitado a probar su pintalabios de propóleo a mí y a A. Ante el olor a fruta rara que desprendía, rechacé la invitación. A, sin embargo, no se pintó -es un hombre y estaba en el punto de información, hubiera sido cuanto menos raro-, pero prácticamente se metió el pintalabios por la nariz en su ansia de inhalar su aroma... gran ser.
Forever Metallics no nos defrauda. Nos rayamos el dorso de la mano con timidez y lo impregna de tanta purpurina que consigue transmitirnos con antelación cierto espíritu navideño. Visto lo visto, dejamos los labios para la intimidad y empezamos por fin a trabajar con la esperanza de sumirnos en un mar de intelectualidad, navegado por las novedades literarias de moda: La historiadora, Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos (novela que siempre nos piden pero que nunca está), Harry Potter 6 (novela que siempre nos piden en castellano pero que sólo existe en inglés), La posibilidad de una isla (novela que directamente aún no ha salido), etc, etc. Así hasta que, entre tanta solicitud no satisfecha, dos colegialas con minifalda escocesa nos preguntan si "es aquí dónde se hacen piercings".
- No, aquí no se hacen piercings.
- ¿Cómo que no? Nos lo ha dicho nuestra amiga Manolita -nombre ficticio-.
- Pues aquí no es. -No nos creen. Nos miran con desconfianza, obviamente se fían más de Manolita- Aquí no es.
- ¿Y conocéis algún sitio dónde hagan piercings a menores sin autorización?
- No, ninguno.
- ¿Seguro?
- Seguro que no.
- ¿Y aquí?
- Aquí no se hacen piercings.
Cuando por fin se alejan, me pregunto si no habrá alguien de la plantilla utilizando clandestinamente el montacargas para perforar. Quizás Pequeño friki ejerce de anillador en sus ratos libres... cosas peores se han visto.
La tarde avanza, cae la noche, salgo del trabajo y recibo a Leti, que se queda en casa a dormir. Para cenar he comprado en el Champión, esa misma mañana, pasta fresca rellena de queso blanco y espinacas. Descubro que a Leti las espinacas no le gustan... que nada me perturbe. Al día siguiente, después de ducharnos con su CD de Pasión de Gavilanes sonando en el portátil, me lleva a la sección de lencería de H&M e intenta convencerme de que me compre un tanga de licra, color fuxia, valorado en 390 euros. Me niego por diversas razones. En fin... superficialidad, sí, pero la justa.
***
¿Votas?
La última vez que me deprimí me encerré en casa y me leí del tirón "El aroma de tu aliento", la segunda novela de Melissa P. Lo hice con la esperanza de bucear en un buen ejemplo de literarura erótica; error. Creo que es lo más malo que he leído este año. Un puercoespín, por darle bola a la brillante comparación de Rajoy, crearía más imágenes y enriquecería mejor la descripción de sus experiencias sexuales. Tiempo al tiempo. Mientras tanto, cansada de parapetarme detrás de la literatura para no llorar en público, decido cambiar de estrategia.
Lo primero que hago es llevarme el Forever Metallics a la librería para ver qué pasa. Sprima lo esperaba. La tarde anterior había sido ella quien nos había invitado a probar su pintalabios de propóleo a mí y a A. Ante el olor a fruta rara que desprendía, rechacé la invitación. A, sin embargo, no se pintó -es un hombre y estaba en el punto de información, hubiera sido cuanto menos raro-, pero prácticamente se metió el pintalabios por la nariz en su ansia de inhalar su aroma... gran ser.
Forever Metallics no nos defrauda. Nos rayamos el dorso de la mano con timidez y lo impregna de tanta purpurina que consigue transmitirnos con antelación cierto espíritu navideño. Visto lo visto, dejamos los labios para la intimidad y empezamos por fin a trabajar con la esperanza de sumirnos en un mar de intelectualidad, navegado por las novedades literarias de moda: La historiadora, Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos (novela que siempre nos piden pero que nunca está), Harry Potter 6 (novela que siempre nos piden en castellano pero que sólo existe en inglés), La posibilidad de una isla (novela que directamente aún no ha salido), etc, etc. Así hasta que, entre tanta solicitud no satisfecha, dos colegialas con minifalda escocesa nos preguntan si "es aquí dónde se hacen piercings".
- No, aquí no se hacen piercings.
- ¿Cómo que no? Nos lo ha dicho nuestra amiga Manolita -nombre ficticio-.
- Pues aquí no es. -No nos creen. Nos miran con desconfianza, obviamente se fían más de Manolita- Aquí no es.
- ¿Y conocéis algún sitio dónde hagan piercings a menores sin autorización?
- No, ninguno.
- ¿Seguro?
- Seguro que no.
- ¿Y aquí?
- Aquí no se hacen piercings.
Cuando por fin se alejan, me pregunto si no habrá alguien de la plantilla utilizando clandestinamente el montacargas para perforar. Quizás Pequeño friki ejerce de anillador en sus ratos libres... cosas peores se han visto.
La tarde avanza, cae la noche, salgo del trabajo y recibo a Leti, que se queda en casa a dormir. Para cenar he comprado en el Champión, esa misma mañana, pasta fresca rellena de queso blanco y espinacas. Descubro que a Leti las espinacas no le gustan... que nada me perturbe. Al día siguiente, después de ducharnos con su CD de Pasión de Gavilanes sonando en el portátil, me lleva a la sección de lencería de H&M e intenta convencerme de que me compre un tanga de licra, color fuxia, valorado en 390 euros. Me niego por diversas razones. En fin... superficialidad, sí, pero la justa.
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¿Votas?
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