Iglesia de la Cienciología
La Iglesia de la Cienciología tiene relaciones públicas que se confunden con los contratados por los bares de Huertas para atraer gente a su local. Ayer, a la una y media de la noche, me despedí de S para volver a casa. Habíamos estado tomando una copa en La Ofrenda (C/ Infante, 3), escuchando música de los 80 y macerando mi ansia de sexo con Pequeño friki, que se ha ido cuatro días a Barcelona y me ha dejado con un abrazo a la salida del metro que supo a poco. Ya volverá.
S se fue hacia la Latina; yo me recorrí la calle del Prado en dirección a las Cortes con la intención de coger un taxi. Al final de la calle, anunciada por una banderola cuya longitud equivale prácticamente a la altura del edificio en el que se ubica, la Iglesia de la Cienciología no esconde nada y deja ver sus instalaciones a través de unos ventanales inmensos que llegan al suelo. Para mi sorpresa, estaba abierta. Tres o cuatro hombres jóvenes, peinadísimos y sonrientes, vestidos con pantalón oscuro y camisa marrón, pululaban entre los grupos de gente que, en su trayecto de garito a garito, pasaban por delante de la sede. Les invitaban a entrar.
Increíble, me fijé en el interior y vi a un par de crías con minifalda y zapatos de punta muertas de la risa, paseándose por el vestíbulo iluminadísimo, detrás de uno de esos seres neutros, dedicado a informar de las virtudes y ventajas de ser ¿cienciólogo?... las chicas sin duda se habían tomado dos o tres cubatas y la Cienciología había hecho acto de presencia en su vida cuando se dirigían a tomar el cuarto. Visto así, palió su sed de alcohol, aunque quizás la visita incluía copa gratis...
A mí ni se me acercaron. ¿Por qué nadie intenta captarme? ¿Acaso ya no tengo pinta de adolescente o, en general, de perdida de la vida? ¿Acaso no necesito que me orienten? ¿No soy interesante, en definitiva? Estuve a punto de "exigir" la visita guiada, pero me contuve. Ellos se lo pierden.
***
Vótame. Concurso 20Blogs del 20 Minutos.
S se fue hacia la Latina; yo me recorrí la calle del Prado en dirección a las Cortes con la intención de coger un taxi. Al final de la calle, anunciada por una banderola cuya longitud equivale prácticamente a la altura del edificio en el que se ubica, la Iglesia de la Cienciología no esconde nada y deja ver sus instalaciones a través de unos ventanales inmensos que llegan al suelo. Para mi sorpresa, estaba abierta. Tres o cuatro hombres jóvenes, peinadísimos y sonrientes, vestidos con pantalón oscuro y camisa marrón, pululaban entre los grupos de gente que, en su trayecto de garito a garito, pasaban por delante de la sede. Les invitaban a entrar.
Increíble, me fijé en el interior y vi a un par de crías con minifalda y zapatos de punta muertas de la risa, paseándose por el vestíbulo iluminadísimo, detrás de uno de esos seres neutros, dedicado a informar de las virtudes y ventajas de ser ¿cienciólogo?... las chicas sin duda se habían tomado dos o tres cubatas y la Cienciología había hecho acto de presencia en su vida cuando se dirigían a tomar el cuarto. Visto así, palió su sed de alcohol, aunque quizás la visita incluía copa gratis...
A mí ni se me acercaron. ¿Por qué nadie intenta captarme? ¿Acaso ya no tengo pinta de adolescente o, en general, de perdida de la vida? ¿Acaso no necesito que me orienten? ¿No soy interesante, en definitiva? Estuve a punto de "exigir" la visita guiada, pero me contuve. Ellos se lo pierden.
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Vótame. Concurso 20Blogs del 20 Minutos.
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