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No me llames

María Antonieta

María Antonieta

Salgo del cine. He entrado de día; cuando abandono la sala ya ha oscurecido y las farolas están encendidas; los letreros luminosos destacan más. La calle, inmersa en el grueso ir y venir del invierno, está llena de gente sin tiempo para la primera sesión de un martes por la tarde; y de nuevo confirmo que disfruto de no tener nada que hacer si, a mi alrededor, todo el mundo continúa con horarios opresivos y obligaciones que cumplir, si nadie se detiene mientras yo me paro en seco y miro.

He visto María Antonieta por segunda vez.

Me gustó Lost in translation y con María Antonieta Sofía Coppola no me defrauda. El planteamiento es frívolo. Los colores pastel inundan la pantalla y la música electrónica ambienta el baile de máscaras en la opera de París inmiscuyéndose en un escenario histórico que, en teoría, no debería haberle pertenecido. He leído algunas críticas que tachan de snob y vacía la película. No estoy de acuerdo. Más bien al revés, la considero arriesgada, inteligente en su elección de no profundizar y conformarse con lo más fugaz de los personajes. La cinta es como ellos.

Me compro la biografía de la reina francesa que escribió Stefan Zweig, publicada por Debolsillo, y confirmo mis sospechas en una de las primeras páginas: “Quizá la vida de María Antonieta sea el ejemplo más ilustrativo de la historia de cómo a veces una de esas personas mediocres es capaz de arar el destino y, con su puño imperativo, alzarse con fuerza sobre su propia mediocridad”.

¿Qué habría sido de María Antonieta sin la Revolución Francesa? ¿Hablaríamos de ella hoy? Probablemente no. Vivió encerrada entre Versalles y Trianón, jugando, bailando, gastándose a espuertas el dinero. Zweig la llama en su libro “La reina del Rococó” y yo la imagino como una cría a la que, de haber vivido hoy, le habría entusiasmado la música electrónica como vehículo para expresar lo que sentía; una adolescente al límite de su época convulsa, y consecuentemente sola.

Pienso en ella y concluyo que merece la pena el exceso y el desafío, la temeridad... pero al mismo tiempo sé que mi vida minúscula, sin revoluciones francesas a la vuelta de la esquina dispuestas a magnificar mi razón de ser, no puede ir más allá de las pequeñas transgresiones: escabullirse del trabajo un martes por la tarde para ir al cine o alargar de forma imprevista un café en La Canela, salpicado de cigarros y anécdotas contadas por mis amigas.

Me subo al metro, regreso a la librería. Después llego a casa y enciendo el ordenador. En el silencio que me rodea, roto por los golpecitos de mis dedos contra el teclado, escribo esta palabra. No he dicho nada de lo que quería decir. Lo he dejado como rastro en el camino de vuelta a mi lugar seguro. Últimamente son muchas las cosas que me gustaría contar... y creo que las escribiré algún día. Seguro.

4 comentarios

V -

Hola a todos, aún no he ido a ver María Antonieta, pero a ver si este finde vamos...

¿Q tal todo por allí, Eli? Por aquí sigue nublado y lloviendo a ratillos aunque ya no graniza....ni nieva.

Besos

madein -

Me ha gustado tu blog, tengo ganas de ver Maria Antonienta; sin embargo algo me ha desalentado al ver tus palabras...es la confirmación de que este fin de semana tampoco estarás en Valencia...eso me aniquila...creo que se me va a olvidar tu cara...en fin, la esperanza es lo último que se pierde, quizás el que viene o el otro, o el otro...Me cago en el Inventario!!!!!!!!!!!Besos a todos

V -

Yo también creo q la veré, además la hermanísima estaba deseando verla y le dije q iríamos.

...."Últimamente son muchas las cosas que me gustaría contar... y creo que las escribiré algún día. Seguro."....y nosotros las leeremos algún día. Seguro....o no, como dice mari, no hay q descartar nada....jeje....pero esperamos ansiosos esas historias.

Besos por montones.

mari -

Maria Antonieta.. con ese nombre, nada bueno.

A mí me apetece verla. Creo que la veré un día. O no. no sé. Nunca se sabe. Pero no hay que descartar nada ¿no?