II Naoko Chan y la ausencia de gravedad
Naoko Chan no era el nombre de Naoko Chan, pero a ella le gustaba que la llamaran así y, aunque lejos de haber nacido en China, éra oriunda de Getafe, sentía una extraña pasión por todo lo relacionado con lo oriental, desde los palillos para comer el arroz a la tecnología taiwanesa, pasando por las novelas de Kawabata y Murakami, los pai-pais, los rollitos primavera y el Chino Cudeiro, que había vuelto a su vida gracias a la reposición de Humor Amarillo en el canal 4.
Naoko Chan vivía sola en Lavapiés y disfrutaba paseando con su mp3 por las calles de Madrid a cualquier hora. Una vez leyó que una persona no se podía considerar adulta hasta que no tenía un ser vivo a su cargo. Al día siguiente, domingo, se fue al rastro y compró tres cactus Pata de Elefante para cuidarlos y adornar con ellos el alfeizar de la ventana de la cocina. Estupendo, ya era adulta y sólo le había costado 12 euros. Un par de semanas más tarde el viento abrió la ventana de golpe y los cactus murieron al estrellarse contra el suelo. Naoko Chan se preguntó entonces qué demonios debía significar eso y, al no encontrar una respuesta que la convenciera, metió un vaso de leche en el microondas y se preparó un Cola Cao con magdalenas.
Así era Naoko Chan, que acababa de cumplir 25 años la mañana en que descubrió el cadáver de la Jefa de Departamento sin Piobaroja cerca, para acudir raudo junto a ella al escuchar su grito desgarrador y ayudarla a salir del estado de Shock... no, Piobaroja no estaba. Recordemos: Piobaroja, para variar, se había dormido.
En su lugar, fue Caín el encargado de socorrer a Naoko; el único de la plantilla de la librería, integrada por más de 25 empleados, que respondió a su tribal llamada de auxilio.
Caín era raro: Rubio, con raya al medio, de ojos azules y piel muy pálida. Cierto es que ninguno de los rasgos mencionados justificaban la rareza de semajante ser pero, saltaba a la vista, había algo extraño en él. Una vez, en la sala de descanso, mientras se bebía una Coca Cola, coincidió con Naoko y, en medio de una charla intrascendente, le confesó que su máxima aspiración era "tender al conocimiento". Tal revelación provocó en Naoko un conato de atragantamiento que Caín resolvió con premura, saltando sobre ella y golpeando con firmeza su esternón para ayudarla a expulsar el trozo de sandwich vegetal que se le había quedado atascado en la garganta. Le salvó la vida. A Caín le gustaban los cómics y hacía lo posible por actuar como un superhéroe.
Sin embargo, aquella mañana fatídica, Naoko se preguntó en voz alta, ya con Piobaroja a su lado, si lejos de ser "el bueno de la película", no sería el malo malísimo de la acción; el asesino despiadado de la Jefa.
- ¿Por qué piensas eso? Al fin y al cabo se ha portado bien contigo. Es buen chaval. -Masculló Piobaroja dubitativo.
- Sí, pero no pareció sorprenderse lo más mínimo al ver el cuerpo y esa Biblia del Peregrino...
- ¿Lo dices porque trabaja en Ciencias Humanas?
- Exacto... Si la hubieras matado tú, que trabajas en cómic, probablemente hubieras ultilizado Blankets o V de vendeta. Si la hubiera matado yo, que estoy en Literatura, lo más seguro es que hubiera elegido El Quijote. Pero una Biblia... sólo a alguien que trabaje en Religiones se le ocurriría... ¿No?
- También podría ocurrírsele a un fanático religioso o a un tío con una Biblia en su casa... vamos, digo yo. Además, ¿por qué iba querer Caín matar a la Jefa?
"¿Por qué?". Aquella pregunta golpeaba las paredes de sus cráneos igual que un badajo una campana.
La policía no tardó mucho en informarles de que la librería, por el momento, permanecería cerrada; circunstancia que Piobaroja aprovechó para invitar a Naoko a su casa con la intención de elaborar una lista de sospechosos y, de paso, fumarse un par de porros.
Dicho y hecho. A Naoko le gustaba encerrarse en la habitación de Piobaroja para charlar con un par de vasos de wisky en la mesa del ordenador, buena música y costo suficiente como para crear el efecto submarino. La última vez que habían hecho eso, habían imaginado cómo sería el mundo sin gravedad. "Ausencia de gravedad total", esa era la expresión con que lo habían definido.
3 comentarios
Tonins -
V -
Besos y buenos días a todos.
JF -
Se abre un gran numero de incognitas, sin tener en cuenta al asesino.
¿ Es esto un anticipo de tus miradas a traves del escaparate Eli ?
Saludos !!!