Una lámpara de tortuga para 84, Charing Cross Road
Ayer llovió. Cuando salí de trabajar a las nueve y media Pequeño friki me esperaba en la puerta para volver a casa. No hacía frío, la lluvia se imponía sobre la bajada de las temperaturas, pero el tiempo era desapacible y el suelo resbaladizo de la calle del Carmen, inseguro para alguien tan torpe como yo, que siempre se está cayendo. Nuestro regreso fue triste, con una conversación entrecortada. Buscando un tema, le hablé de la novela que él mismo me había recomendado tiempo atrás y que había empezado a leer en el metro esa misma tarde, 84, Charing Cross Road. En aquel momento no había pasado de la página 25. Le dije que me gustaba.
Llegué a casa, cené pasta, vi Intermezzo por obra y gracia de Garci, y me fui a la cama después de hablar con mi madre pasadas las doce. Activé la alarma del móvil para que sonara a las diez y media. Me he despertado a las 8.40 con dolor de cabeza y cierta desazón: demasiado pronto para levantarse, demasiado tarde para volverse a dormir.
En mi mesita de noche tengo una lámpara con forma de tortuga. Las patas, la cola y la cabeza son de hierro; el caparazón está hecho de cristalitos de colores. Mi padre me la regaló una vez por Reyes y recuerdo que entonces(aún vivía en Valencia) me decepcionó; cosa que le hice ver claramente, dado el tacto que me caracteriza. Sin embargo al venirme a Madrid me la traje conmigo. Ha sobrevivido a mis dos mudanzas y ahora la tengo al lado de la cama. Su luz es suficiente para facilitarme la lectura. Eso es lo que he hecho: me he arrastrado hasta la cocina para preparame un café con leche y con la taza del Starbucks he vuelto a la habitación donde, tras confirmar que el polvo sigue en su sitio, protegiendo la cómoda y el marco del espejo, he doblado el almohadón, he encendido la tortuga y he abierto 84, Charing Cross Road por la página 25. La he leído de un tirón.
Es una historia de libros y cartas entre una escritora de Nueva York y un librero de Londres. Su correspondencia empieza en 1949 y termina 20 años después... he recorrido 20 años en hora y media!! Tapada hasta la barbilla con la sábana, la colcha y el batín azul; aliméntandome exclusivamente de sorbos cada vez más fríos de café con leche y escuchando los pasos de los vecinos que se marchaban a trabajar. Y he pensado que por fin me sentía bien después de la noche anterior. Luego he escrito todo esto intentado explicar por qué me gustan tanto los libros.
Termino con un fragmento de una de las últimas cartas de Helen, la escritora de la novela, en la que reflexiona acerca del hecho de no haber estado nunca en Londres. Sustituid Londres por alguno de vuestros deseos no satisfechos. Ya hablaremos.
"Interrumpo la tarea de limpiar mis estanterías y me siento en la alfombra, rodeada de libros por todas partes (...) no sé... tal vez sea mejor que nunca haya estado allí. Soñé tanto con ello y durante tantísimos años... solía ir a ver películas inglesas sólo para familiarizarme con las calles. Recuerdo que años atrás un muchacho al que conocía me dijo que las personas que viajaban a Inglaterra encontraban exactamente lo que buscaban. Yo le dije que buscaría la Inglaterra de la literatura inglesa, y él asintió y me dijo: 'Está allí'.
Tal vez sea cierto o tal vez no. Porque ahora, al mirar a mi alrededor en la alfombra, siento una certeza: está aquí."
***
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Llegué a casa, cené pasta, vi Intermezzo por obra y gracia de Garci, y me fui a la cama después de hablar con mi madre pasadas las doce. Activé la alarma del móvil para que sonara a las diez y media. Me he despertado a las 8.40 con dolor de cabeza y cierta desazón: demasiado pronto para levantarse, demasiado tarde para volverse a dormir.
En mi mesita de noche tengo una lámpara con forma de tortuga. Las patas, la cola y la cabeza son de hierro; el caparazón está hecho de cristalitos de colores. Mi padre me la regaló una vez por Reyes y recuerdo que entonces(aún vivía en Valencia) me decepcionó; cosa que le hice ver claramente, dado el tacto que me caracteriza. Sin embargo al venirme a Madrid me la traje conmigo. Ha sobrevivido a mis dos mudanzas y ahora la tengo al lado de la cama. Su luz es suficiente para facilitarme la lectura. Eso es lo que he hecho: me he arrastrado hasta la cocina para preparame un café con leche y con la taza del Starbucks he vuelto a la habitación donde, tras confirmar que el polvo sigue en su sitio, protegiendo la cómoda y el marco del espejo, he doblado el almohadón, he encendido la tortuga y he abierto 84, Charing Cross Road por la página 25. La he leído de un tirón.
Es una historia de libros y cartas entre una escritora de Nueva York y un librero de Londres. Su correspondencia empieza en 1949 y termina 20 años después... he recorrido 20 años en hora y media!! Tapada hasta la barbilla con la sábana, la colcha y el batín azul; aliméntandome exclusivamente de sorbos cada vez más fríos de café con leche y escuchando los pasos de los vecinos que se marchaban a trabajar. Y he pensado que por fin me sentía bien después de la noche anterior. Luego he escrito todo esto intentado explicar por qué me gustan tanto los libros.
Termino con un fragmento de una de las últimas cartas de Helen, la escritora de la novela, en la que reflexiona acerca del hecho de no haber estado nunca en Londres. Sustituid Londres por alguno de vuestros deseos no satisfechos. Ya hablaremos.
"Interrumpo la tarea de limpiar mis estanterías y me siento en la alfombra, rodeada de libros por todas partes (...) no sé... tal vez sea mejor que nunca haya estado allí. Soñé tanto con ello y durante tantísimos años... solía ir a ver películas inglesas sólo para familiarizarme con las calles. Recuerdo que años atrás un muchacho al que conocía me dijo que las personas que viajaban a Inglaterra encontraban exactamente lo que buscaban. Yo le dije que buscaría la Inglaterra de la literatura inglesa, y él asintió y me dijo: 'Está allí'.
Tal vez sea cierto o tal vez no. Porque ahora, al mirar a mi alrededor en la alfombra, siento una certeza: está aquí."
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2 comentarios
tonins -
carinos...tonins
Glassy -
¿Conseguiré algún día un amor de esos de todos los días? Ojalá.
Decirte que mis ganas de explotar todavía no tienen el mismo origen que tu tristeza (fin de una relación), pero que algo me dice que pronto será así, y el dolor tan tremendo que me produce imaginarlo es parte de lo que me pasa en estos días...
Un beso, mucho ánimo y mucha suerte.
(Te lo dije allí, pero te lo repito aquí: a mí no me parece que éste sea un blog autocompasivo, sino más bien melancólico; y además narras de una manera tal que me dan aún más ganas de irme a vivir a Madrid :) Tienes un don para ello, está claro)