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No me llames

Pequeño friki vuelve mañana

Pequeño friki vuelve mañana. El jueves vendrá a casa y se sentará en la butaca más ceracana a la ventana para ver conmigo Operación Triunfo. Cenaremos pasta y nos beberemos el vino que se llevaron mis padres del Museo del Jamón que hay en la calle Alcalá, porque les correspondía con el menú y no llegaron a tomárselo.

Descrito así, el plan no destila romanticismo, pero es lo que hay. Me he comprado un pijama de pantalón mínimo y un camisón más decoroso, de algodón; los dos son negros y con dibujos blancos de Snoopy. Aún no sé cuál me pondré. Lo decidiré en el momento, dependiendo de mi grado de desesperación.

He llegado a la retorcida conclusión de que no me gusta que me guste Pequeño friki. Vitu dice que me ve como a una hermana pero, según él, eso puede cambiar. Creo que me da lo mismo.

Hay algo de experimento y crueldad en escribir esto. Más allá de la dosis de exhibicionismo que todo blogger necesita para sobrevivir, debería estar prohibido autodespellejarse en público.

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