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No me llames

Buenafuente y El amante de la China del Norte

Buenafuente y El amante de la China del Norte Ayer me fui a la cama a las tres de la madrugada por culpa de Buenafuente, ese ser. Esta "temporada" se me ha pasado muy rápido y ha sido, en parte, por su culpa. Ver a Buenafuente en Madrid me recuerda a mis años en Valencia, a las noches en El Puig, en casa de J, viendo "Sense títol" y jugando al Pictionary. Aquí podría ponerme a cantar "Y cómo hemos cambiado", pero creo que no lo voy a hacer. En este momento no estoy tarareando nada.

Establecer lazos de afecto con un ente televisivo es peligroso, también lógico. La carga de memoria que dejo descansar sobre los programas de El Terrat no es ligera. Buenafuente, cercano, volverá en septiembre ya sin Sardà y acabará de meterse a la audiencia nacional en el bolsillo.

¿Dónde estaré yo entonces? Pues no lo sé. Por lo pronto, ayer cené por Chueca, rodeada de homosexuales y heterosexuales más felices que lombrices con la reciente y definitiva aprobación de las bodas gays (por la mañana me vi inmersa al salir del metro en la manifestación contra la ley). Por la tarde, en la librería, descubrí con un cliente que "El amante" (1984) y "El amante de la China del Norte" (1991) no son la misma novela. Marguerite Duras amó mucho. Como debe ser.

1 comentario

NB -

Visca el puig¡¡¡