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No me llames

Conversación sobre sexo lésbico en el café Belén

Noche de Viernes Santo. S, Nat y yo nos perdemos en la frontera invisible entre Malasaña y Chueca. Mientras caminamos por las aceras húmedas rezando para que no vuelva a llover y buscanco un restaurante abierto en el que tengan la bondad de darnos de cenar, pienso que tiene cierto encanto perderse recorriendo las calles de la ciudad en la que vivimos, un extraño privilegio para los habitantes de las grandes capitales del que sin duda no disfrutan los oriundos de Albacete... eso me consuela.

Nos aventuraramos hacia un japonés de Bilbao y en nuestro laberíntico recorrido pasamos por la calle Belén, donde descubrimos un café con el mismo nombre que a las tres nos llama la atención, algo tenebroso, con buena música y rebosante de bohemia. Más tarde decidiremos volver.

Durante la cena, en contra de todo pronóstico, se pone interesante la conversación: empezamos con el sushi y la polémica sobre adopción sí/adopción no para las parejas homosexuales, y acabamos con bolitas de sésamo y pasta de arroz (excepcionales), planteándonos si seríamos capaces de mantener una relación lésbica. Con mis tres copas de vino blanco en el cuerpo y un porcentaje no despreciable de salidez, me lanzo a escandalizar a Nat, que respetando la tradición no ha probado la carne, y aseguro que yo no descarto la posibilidad de enrollarme con una mujer, "si surge"... ¿Donde voy? El alcohol me ha subido demasiado y noto que no sólo he sacado a Nat de sus casillas, sino que además he despertado el interés de las mesas de alrededor. Huyendo del espectáculo, mis amigas me sacan de allí y me "esconden" en la penumbra del Café Belén. Hay varias mesas vacías. Me pido un cortado con Baileys, S una Caipiriña y Nat un carajillo. En la barra, una pareja de hermanos gemelos de lo más alternativos comparten charla con sus respectivas novias, una rubia y la otra morena, las dos delgadísimas y, eso sí, muy muy sofisticadas en su estilo de "todo me da igual y si voy un poco zaparrastrosa, mejor".

Continuamos con nuestra acalorada discusión y me mantengo en mi postura. No les miento, no quiero picarlas. Es verdad que a veces me he imaginado besando a una mujer, si bien no me he sentido atraída por ninguna desde mi más remota adolescencia y creo que no se me ocurriría a estas alturas tomar la iniciativa con ninguna, porque no siento atracción. pero, ¿y si ella la tomara? ¿y si an alguna chica le gustara yo y me besara con la misma "osadía" (¡Dios! A veces resulto muy medieval) con que se lanzan algunos chicos. ¿Quién me asegura que mi reacción no me sorprendería?

Al día siguiente, víctima de mi soledad, caigo en la tentación de elaborar una teoría en la que comparo los cuerpos de los hombres y las mujeres con países, ciudades y pueblos que puede o no merecer la pena visitar... estoy fatal, ya lo sé. Por la noche L se queda a dormir y en una conversación que se prolonga hasta las tres de la madrugada me dice que concibe el sexo como algo que le produce asco, algo "sucio", esa es la palabra que usa. Tiene 22 años y es gay. Me sorprende su visión del asunto.

2 comentarios

CACHONDA_SOLOCONTIGO -

UHHH DIIOSS
PERRA COJEME A MI!!!
SI ES QE ERESSS LESBIANAA
A QE MUJER POR MAS HETEROSEXUAL QE SEA NO LE GUSTAA TENER SEXO CON OTRA!
PUESS A NADIEE COÑOO!!
QIERO CHUPARTEE TU SUPER VAGINAA

T -

Algun dia d stos con un mosto y una cerveza hemos d comentar esto. Estoy contigo.