La prima María José
La prima María José es ecuménica; es una prima universal, la prima del pueblo, que llegó el jueves desde Valencia para visitarme y en apenas 48 horas se puso al corriente de todos los altibajos de mi vida. La prima María José es la eterna excusa para cancelar las citas con el poeta A, una desconocida para el portero de mi respetable edificio barriosalamanqués y un bienvenido inconveniente a la hora de asistir a la cena con mis compañeros de la librería.
Me hacia falta. Pasear con ella por la calle Goya en dirección a la Plaza de Colón me sirvió para resucitar la ciudad. No dejaba de repetir "Cómo me gusta Madrid". Lo dijo en el Paseo del Prado, delante de La Cibeles y por la Calle de Alcalá, también delante de los paisajes de Corot, mientras transcurría la mañana de un viernes prematuramente otoñal, con sol y un poco de fresquito.
Por la noche, japonés carísimo en Ayala y Galería, donde la prima María José bautizó a José como Josephus y una tercera amiga se dio una alegría para el cuerpo... porque esa es otra de las cosas que invariablemente llegan con las visitas de la Prima María José: la aparición de hombres medianamente interesantes en nuestras vidas. Por desgracia, esta vez no fue en la mía... en mi cabeza continua la batalla por deshauciar a Pequeño friki, que se ha convertido en un inquilino que no paga pero tampoco desaloja... tiempo al tiempo.
El sábado a mediodía nos despedimos en Sol. La dejo en el andén de Atocha con la promesa de que volverá pronto... nos conocemos desde que teníamos tres años. Compartimos colegio, amigas y años de adolescencia, primeros y últimos novios, familia... cuando salgo a la calle del Carmen camino del trabajo me siento sola otra vez, cansada, con ganas de irme a dormir. Sin embargo aún me queda el cumpleaños de Vitu y un par de cervezas en el Mareas Vivas. Aguanto hasta poco antes de las once y me vuelvo a casa sola, sin esperar a Pequeño friki. Madrid de noche también me conoce.
Escucho a Bebe.
***
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Me hacia falta. Pasear con ella por la calle Goya en dirección a la Plaza de Colón me sirvió para resucitar la ciudad. No dejaba de repetir "Cómo me gusta Madrid". Lo dijo en el Paseo del Prado, delante de La Cibeles y por la Calle de Alcalá, también delante de los paisajes de Corot, mientras transcurría la mañana de un viernes prematuramente otoñal, con sol y un poco de fresquito.
Por la noche, japonés carísimo en Ayala y Galería, donde la prima María José bautizó a José como Josephus y una tercera amiga se dio una alegría para el cuerpo... porque esa es otra de las cosas que invariablemente llegan con las visitas de la Prima María José: la aparición de hombres medianamente interesantes en nuestras vidas. Por desgracia, esta vez no fue en la mía... en mi cabeza continua la batalla por deshauciar a Pequeño friki, que se ha convertido en un inquilino que no paga pero tampoco desaloja... tiempo al tiempo.
El sábado a mediodía nos despedimos en Sol. La dejo en el andén de Atocha con la promesa de que volverá pronto... nos conocemos desde que teníamos tres años. Compartimos colegio, amigas y años de adolescencia, primeros y últimos novios, familia... cuando salgo a la calle del Carmen camino del trabajo me siento sola otra vez, cansada, con ganas de irme a dormir. Sin embargo aún me queda el cumpleaños de Vitu y un par de cervezas en el Mareas Vivas. Aguanto hasta poco antes de las once y me vuelvo a casa sola, sin esperar a Pequeño friki. Madrid de noche también me conoce.
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