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No me llames

Literatura y libros

Trópico de Capricornio

Henry Miller escribió en 1939 "Trópico de Capricornio ". Fue amante de Anaïs Nin.

Cuando el poeta A se entera de que ahora ya no soy transcriptora de anuncios sino librera en Callao, me llama para preguntarme si tenemos la novela del escritor americano. Al día siguiente lo compruebo en el ordenador y descubro un par de ejemplares de bolsillo en la segunda fila de uno de los estantes más cercanos al suelo. Sentada en la moqueta de la cuarta planta, confirmo que las palabras de Miller están allí, sujetas a las páginas como garrapatas, refugiadas, esperando que A las arranque de su escondite y las utilice para animar la conversación de su tertulia.

Sobre la importancia y el peligro de mirarse el ombligo

Es curioso pensar en todos esos seres humanos que viven una vida entera sin hacer el menor comentario, la menor objeción, la menor observación. No porque esos comentarios, objeciones u observaciones vayan a tener un destinatario o un sentido cualquiera; pero a fin de cuentas me parece preferible hacerlos.

Eso escribe Houllebecq al final de "Plataforma" (Anagrama), final que me reservo por si acaso aún no la habéis leído. Creo que tiene razón. Desde que empecé a publicar en este blog, a menudo le doy vueltas al porqué de la necesidad de contar cosas, de hablar sobre lo que hacemos, lo que pensamos o lo que nos pasa. A veces me parece que me miro demasiado el ombligo, y pierdo el tiempo ya no sumergida en mi mismidad (¿Existe esa palabra?), sino dedicándome a relatarla aquí minuciosamente, tomando como exusa mis inquietudes culturales y mi pasión por la ciudad en la que vivo, Madrid.

Dar hace un par de días con el citado párrafo de Houllebecq me sirvió de consuelo, aunque conozco un contrapunto perfecto para semejante estímulo a la autoobservación, un cuento de Cortázar incluido en "Final de juego" (Punto de lectura); se llama "Axolotl": "Los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una especie de batracios del género amblistoma." , explica el protagonista del relato, quien los descubre en una visita casual a un acuario y se obsesiona con ellos. Incapaz de hacer frente a la fascinación que le provocan los axolotl, empieza a visitarlos a diario, a pasar horas delante del cristal a través del cual los observa y siente que le observan ellos... hasta que de pronto es incapaz de distinguir el lado del cristal en el que se encuentra y descubre con terror que se ha convertido en un Axolotl.

Relacionar "Plataforma" con "Axolotl" no es difícil. Houllebecq llama Michel a su personaje, le da su nombre... podríamos pensar que se trata de él mismo, que el escritor se basa en su experiencia y, por lo tanto, el observador es a la vez el objeto observado... encuentro algo de peligroso en eso, aunque soy consciente de que forma parte del juego literario y con frecuencia del "Universo blog". Pensaré en ello... meditaré.

La leyenda del santo bebedor

He vuelto.

Cuatro días en Valencia y no he visto el mar, no he llamado a mis amigas ni he ido a ninguna mascletà. En cambio, me he pasado el fin de semana leyendo y consumiendo DVD's (intuyo que la "s" precedida de la tilde es una aberración, pero me da igual. De vez en cuando hay que correr riesgos).

Justo al lado de nuestro portal han abierto un DVDclub de "Arte y ensayo", donde los viernes por la noche organizan un cineforum. El local chorrea bohemia, no importa cuando entres, detrás del mostrador el dueño siempre está manteniendo con el empleado de turno alguna conversación trascendente sobre cine, lo que contrasta con las falleras que pasan por la calle sin hacer demasiado caso al escaparate con las últimas novedades. Las observo desde dentro, mientras trato de decidirme por un título. Elijo "Monster", la veo por la tarde, entre siesta y siesta, no me gusta. Por la noche, en Versión Española pasan "En la ciudad sin límite". Me engancha. Al día siguiente alquilo "Te doy mis ojos" y "The eye", japonesa y se supone que de terror. Cuando la ponemos un rótulo en rojo nos avisa: "Agárrese a su butaca". No pasamos ningún miedo.

Entre película y película, mi padre me habla de libros. Me deja cuatro, "La Leyenda del santo bebedor" (Anagrama), "Vida férrea" (Losada), "La expulsión del infierno" (Alianaza) y "Nuestro hogar en Auschwitz" (Alba), y le robo uno, "Plataforma" (Anagrama).

"La leyenda del santo bebedor", de Joseph Roth, se lee en una tarde. Me impresiona. Roth habla de cosas como "el sueño de las mujeres que envejecen" y traza el relato con cuatro líneas seguras y escuetas, que sin embargo bastan y sobran para construir imágenes de una brillante nitidez. Cuando le digo a mi padre lo mucho que me ha gustado el cuento, incluido el prólogo de Carlos Barral, noto que se alegra de que coincida con él.

Y poco más... le dedico a mi prima un día entero en el que, entre otros muchos temas, conversamos sobre los blogs y los flogs. Ella no sabe lo que son; se lo explico y le parecen ideas ridículas y extremadamente egocéntricas, opinión que de alguna manera surreal comparto. Le hablo de las páginas de algunos amigos y le oculto la mía algo avergonzada. Pero hoy vuelvo a escribir.

Voy a leer otras novelas de Roth.