La verdad. Fragmento
Vino a buscarme. Recordaba cada una de las veces en las que habíamos coincidido durante mi infancia y en mi primera adolescencia. Las fue enumerando con lentitud, entre los silencios prolongados por las pausas para sorber el café, dilatando el tiempo con un sinfín de gestos que, sin saberlo, se me iban presentando para quedarse, sutiles, asomando a aquel día en el que los informativos de la sobremesa habían anunciado la tormenta.
Su voz pesaba, se imponía por encima de las palabras, como un latido ronco, audible desde muy lejos. Por un instante, pensé que cesaría con la lluvia. Podría justificarme, escribir que me hipnotizó, pero no fue así. Tampoco había mantenido viva su imagen en mi memoria. F llegó de repente, me dijo que Rafa no era nombre para un niño y me explicó su sueño: cometer conmigo la infidelidad perfecta. Yo, por supuesto, no le creí. Me eché a reír y él, sin inmutarse, pagó lo que habíamos tomado y sugirió que subiéramos a su habitación.
Llevaba puesta una cazadora de ante cuyo tacto, cuando me cogió la mano de una manera torpe, tirando al suelo el platillo de plástico en el que la camarera había traído el cambio, me erizó la piel. No me miró. Se atrevió a tocarme, pero fue incapaz de enfrentarse a mi reacción. Y ese miedo me arañó por dentro como un garfio, con la minuciosidad fría de un insecto. Me paralizó como un veneno consumido por error, con el efecto letal de arrebatarme toda resistencia.
El beso de F fue cálido. No me sorprendió. No puede sorprendernos lo que tiene que ser, tampoco exige palabras; tampoco, supuse, requiere ser contado a nadie.
Abandonamos la cafetería y, ya en su habitación, nos fuimos a la cama y follamos con la luz encendida delante de nuestra propia imagen, reflejada en un espejo apoyado contra la pared. Tengo un cuerpo bonito, un cabello bonito, largo y negro, que se deshizo en mechones rebeldes cuando F me quitó la pinza de carey con la que me lo había recogido, sin demasiado cuidado, antes de salir de casa. La dejó caer sobre la moqueta color crema, apenas hizo ruido. Luego se quedó allí, contrastando con los tonos claros de la decoración. No pude apartar la vista de ella mientras F me follaba. La pinza de carey sobre la moqueta. Es lo que recuerdo.
***
Votito
Su voz pesaba, se imponía por encima de las palabras, como un latido ronco, audible desde muy lejos. Por un instante, pensé que cesaría con la lluvia. Podría justificarme, escribir que me hipnotizó, pero no fue así. Tampoco había mantenido viva su imagen en mi memoria. F llegó de repente, me dijo que Rafa no era nombre para un niño y me explicó su sueño: cometer conmigo la infidelidad perfecta. Yo, por supuesto, no le creí. Me eché a reír y él, sin inmutarse, pagó lo que habíamos tomado y sugirió que subiéramos a su habitación.
Llevaba puesta una cazadora de ante cuyo tacto, cuando me cogió la mano de una manera torpe, tirando al suelo el platillo de plástico en el que la camarera había traído el cambio, me erizó la piel. No me miró. Se atrevió a tocarme, pero fue incapaz de enfrentarse a mi reacción. Y ese miedo me arañó por dentro como un garfio, con la minuciosidad fría de un insecto. Me paralizó como un veneno consumido por error, con el efecto letal de arrebatarme toda resistencia.
El beso de F fue cálido. No me sorprendió. No puede sorprendernos lo que tiene que ser, tampoco exige palabras; tampoco, supuse, requiere ser contado a nadie.
Abandonamos la cafetería y, ya en su habitación, nos fuimos a la cama y follamos con la luz encendida delante de nuestra propia imagen, reflejada en un espejo apoyado contra la pared. Tengo un cuerpo bonito, un cabello bonito, largo y negro, que se deshizo en mechones rebeldes cuando F me quitó la pinza de carey con la que me lo había recogido, sin demasiado cuidado, antes de salir de casa. La dejó caer sobre la moqueta color crema, apenas hizo ruido. Luego se quedó allí, contrastando con los tonos claros de la decoración. No pude apartar la vista de ella mientras F me follaba. La pinza de carey sobre la moqueta. Es lo que recuerdo.
***
Votito
12 comentarios
Eli -
Pescadito paranoico -
P.D.El resto de comentarios parecen una especie de diario de Bridget Jones en equipo.Es apasionante el submundo que se crea tras uno de sus blogs.Tendré que seguirlos mas de cerca.un abrazo
mari -
Ana Mari -
Eli -
Yo creo que todos tenemos una historia, aunque no sea de amor, o sea de amor no correspondido... siempre tenemos algo que contar y sólo nos damos cuenta de ello cuando lo contamos. Por ejemplo, lo del pintalabios es una señora historia. Que quede clarito.
Tonins -
mari -
mi historia surreal es que, aunque parezca mentira (me pongo colorada cuando me mi-ras..) no tengo historia surreal que contar!!!
y, si estamos en clave competitiva.. esta situación de ausencia emocional es la peor de todas!! nunca había pasado todo este tiempo sin una historia tonta que contar! es triste, no os doy penita?? jeje..
En realidad, ahora que me acuerdo, esta mañana ana mari y yo hemos visto al operario en el bar de la biblio.. ella piensa (corrígeme si me equivoco) que es más feo incluso de lo que yo le había advertido. pero.. (paradojas de la vida) el ser en cuestión creo que aún no ha advertido mi existencia.
no es surreal, es real como la vida misma.
S -
Que sepáis que este es mi primer comentario, pero visto que todo el mundo escribe menos yo.. hay que tener en cuenta que yo estoy en el curro. Je, je aunque yo tengo información de primera mano!!
Ana siento mucho lo del policía, pero creo que todas vamos a tener que montarnos una fiestecilla por aquí, cuando nazca la pekeña S, y buscar nuevos seres. A mi también me rodea cada uno.. tienen un total de decisón CERO.
Un beso a tod@s.
Eli -
Tonins -
besos
Tonino
V -
En cuanto al poli, es un Supervillano de incógnito, pero Supervillano al fin y al cabo. Ahora él ya no pasa de ti. TÚ PASAS DE ÉL. Besets.
Ana Mari -