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No me llames

Los cien nombres de Alá

Los cien nombres de Alá No avanzo en el relato. Eso está mal. Se supone que son mis cuentos los que van a sacarme de la miseria, a librarme definitivamente de cargar con el adjetivo “mantenida” a mis espaldas que mañana cumplen 28 años. ¡Socorro! La responsabilidad del paso del tiempo cae sobre mí de repente, mientras agonizan mis 27. ¿Se nota que me he quedado sola, no? Después de haber compartido mis 48 metros cuadrados de vivienda con cuatro personas durante 72 horas, vuelvo a pensar mucho en cosas sin importancia ahora que los tengo sólo para mí.

Tonins me abandonó está mañana. Su autobús salía a las 8 de Avenida de América. Se ha marchado a Santander para continuar trabajando en el análisis funcional no arquimediano. En Chile lo hacía “en grado infinito”; aquí lo hará “en grado uno”. Cristina y el profesor Wim, una eminencia holandesa en la materia, lo están esperando en la universidad de semjante provincia. No entendí nada de lo que me explicó ayer delante de un par de Kebabs en Santo Domingo, pero sus objetivos me parecieron tan serios, tan necesarios para la humanidad en comparación con mis tribulaciones sobre Pequeño friki, que consideré más que justificado el que tuviera que dejarme.

Era el último huésped que me quedaba. Me despertó cuando ya tenía las maletas en la puerta y me dio un par de besos de los que no me enteré mucho porque estaba medio dormida. Con su marcha, el fin de semana ha quedado reducido a una estela cada vez más fina. Adiós a Ana Mari, a M. Y a Marti, que habrán pasado esta mañana ya en Valencia, probablemente juntas en la biblioteca del barrio, hojeando catálogos de ropa y tomando cafés en el bar de la esquina; adiós a la madrugada perdida en La Galería bailando canciones no demasiado recomendables y viendo como S jugaba al futbolín... adiós al avestruz de Usera y a la cena en Palermo Viejo... adiós a las profundas y sensatas reflexiones de T&T en el único local de Malasaña donde se molestaron en montar una mesa para nueve sobre la inconveniencia de permanecer cerca de los electrodomésticos... uhmm... igual que entraron, todos han vuelto a salir de un salto de mi rutina. Únicamente me quedo yo, que no puedo escapar. Sólo a mí me corresponde soportar a perpetuidad mis chorradas en torno a Pequeño friki y el agujero negro que es la librería.

Alá tiene cien nombres de los que se desconoce uno; Pequeño friki tiene por lo menos 200 y en este blog nos los sabemos todos. Como si se tratara de una atracción turística, a lo largo del fin de semana uno a uno mis invitados fueron pasando con disimulo por nuestro lugar de trabajo para ver en vivo y en directo a Pequeño friki y a continuación buscarme para dar su opinión. Ajeno a su capacidad de convocatoria, similar a la de Copito de Nieve en su época dorada, Pequeño friki se dejó contemplar cual fiera salvaje, feliz en su habitat: revolcándose por el suelo mientras colocaba libros, rascándose la perilla... en fin, desplegando todo su atractivo. Lo curioso es que a nadie le pareció "tan feo" como honestamente me parece a mí. Eso sí, cada uno se refirió a él de una manera distinta: Frikins, Frikis, Frikito, minifriki, frikiman... little friki... qué lejos está de haberse convertido en alguien tan observado. ¿Quién se lo iba a decir?

La historia tiene gracia, pero también encierra cierta tristeza, una melancolía que sale a flote cuando desde esta tarde pienso en que, a la vez que transcurren los segundos para mí, inmortalizados con las yemas de mis dedos sobre el teclado, a la vez avanzan imparables las vidas de mis amigos en otras ciudades o a algunas calles de distancia... empieza a anochecer antes y caen sobre nosotros un montón de acontecimientos simultáneos e incomunicables con exactitud. Nadie ve a Pequeño friki como yo lo veo, relacionado por un hilo invisible con el análisis funcional no arquimediano y un montón de nombres de vinos argentinos. Y es que lo que nos pasa no se puede contar. Confiar en lo contrario resulta ingenuo.

Todos saltan de nuestro barco menos nosotros. Vuelven al suyo.

***

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4 comentarios

Eli -

Seres, vuestra vida valenciana, salpicada de cafés, catálogos, fundas de gafas psicodélicas y compras compulsivas de pintalabios, tiene un color incomparable al de la mía, transitada por Pequeño friki... cómo voy a comparar a Pequeño friki con ese ser que no contesta a los correos... uhmmm... besets a las tres.

Ana Mari -

la verdad es que no se me ocurre nada ingenioso que contar, solo quiero decir en mi defensa que he ido a la biblio y he mirado un total aproximado de CERO catalogos de ropa (cafetitos si ha habido alguno), sin embargo, me he apredido la función, la tabla de verdad y la simbología de todas las puertas lógicas (tema 62 de la opo), y sobre todo te he echado de menos lo mismo que antes te echaba de más... juas!!
Eres un año más vieja, pero eres tan pequeña que no importa.
una cosa mas... NO ME HA CONTESTADO!!! Mi vida es frustrante, así que nada de quejas en el futuro.

V -

¡¡¡Felicidades!!! Bienvenida al club de los 28, te estábamos esperando. A la próxima invasión me pienso apuntar, que lo sepas. Un beset.........y sí, es "tan feo" como te lo parece y, dicho sea de paso, no se merece tanta atención ;).

eme -

debo concluir de tus palabras que..
HAS GANADO!!!!??
Enhorabuena!!!!!!
nadie dedujo que la casa pudiera ser tuya..
"..sólo podía quedar uno", así son las reglas del juego. y así serán hasta el final de los tiempos. pero aquí sigue el ojo que todo lo vé..
besitos y gracias por todos esos buenos ratos. soy fan.