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No me llames

Un señor barrigudo

¿La gente no se marcha de vacaciones? Pues no. Si me tengo que guiar por el flujo de visitantes que cada tarde desborda la librería, puedo concluir que, muy lejos de estar a finales de junio, aún vamos por febrero.

Esta semana trabajo de tres a nueve y el paréntesis de 18.00 a 20.30 es mortal. Ayer me convertí en la víctima del señor barrigudo, un ser con indumentaría playera -bermudas azul marino y camiseta blanca, manchada de marrón-, voz de carajillero, halitosis y acento andaluz. Fascinante. El señor barrigudo eligió dos libros de la sección de Ciencias Humanas (yo creo que al azar y, por supuesto, sin ninguna intención de comprarlos) y empezó a perseguirme con uno en cada mano preguntándome a gritos cuál de ellos me parecía mejor.

Antes de venir a por mí, había llevado a cabo la misma operación de acoso con todos mis compañeros, más veteranos que yo y entrenados para eludir a personajes como el señor barrigudo. Sin detenerse ni un segundo, hablando en marcha, le contestaban: "ese es mejor"; y, ¡puf!, echaban a correr para desaparecer entre la multitud, como si nunca hubieran existido. Pero yo no pude. Me cazó en uno de los ordenadores y tuve que resolver su duda existencial fingiendo que me importaba aunque fuera un poquito. Había que decidir entre una biografía de bolsillo de los Borbones y un ensayo sobre los abusos de EE.UU en Guantánamo. Le dije: "Mejor el de EE.UU"; y el formuló la pregunta terrible: "¿Por qué?"

- Yo creo que será más interesante.
- ¿Por qué?
- Es más actual.
- ¿Por qué?

¡Rediós! ¡¿Cómo que por qué?! Mis compañeros me explicaron más tarde que todos los señores barrigudos sufren una regresión a la primera infancia que les lleva a interesarse con insistencia por el porqué de las cosas, por eso si ves que alguno se te acerca es mejor huir. Me invitaron a una caña y se me pasó un poco la paranoia, aunque me diijeron que probablemente, en los próximos días, tendré alguna pesadilla.

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