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No me llames

La leyenda del santo bebedor

He vuelto.

Cuatro días en Valencia y no he visto el mar, no he llamado a mis amigas ni he ido a ninguna mascletà. En cambio, me he pasado el fin de semana leyendo y consumiendo DVD's (intuyo que la "s" precedida de la tilde es una aberración, pero me da igual. De vez en cuando hay que correr riesgos).

Justo al lado de nuestro portal han abierto un DVDclub de "Arte y ensayo", donde los viernes por la noche organizan un cineforum. El local chorrea bohemia, no importa cuando entres, detrás del mostrador el dueño siempre está manteniendo con el empleado de turno alguna conversación trascendente sobre cine, lo que contrasta con las falleras que pasan por la calle sin hacer demasiado caso al escaparate con las últimas novedades. Las observo desde dentro, mientras trato de decidirme por un título. Elijo "Monster", la veo por la tarde, entre siesta y siesta, no me gusta. Por la noche, en Versión Española pasan "En la ciudad sin límite". Me engancha. Al día siguiente alquilo "Te doy mis ojos" y "The eye", japonesa y se supone que de terror. Cuando la ponemos un rótulo en rojo nos avisa: "Agárrese a su butaca". No pasamos ningún miedo.

Entre película y película, mi padre me habla de libros. Me deja cuatro, "La Leyenda del santo bebedor" (Anagrama), "Vida férrea" (Losada), "La expulsión del infierno" (Alianaza) y "Nuestro hogar en Auschwitz" (Alba), y le robo uno, "Plataforma" (Anagrama).

"La leyenda del santo bebedor", de Joseph Roth, se lee en una tarde. Me impresiona. Roth habla de cosas como "el sueño de las mujeres que envejecen" y traza el relato con cuatro líneas seguras y escuetas, que sin embargo bastan y sobran para construir imágenes de una brillante nitidez. Cuando le digo a mi padre lo mucho que me ha gustado el cuento, incluido el prólogo de Carlos Barral, noto que se alegra de que coincida con él.

Y poco más... le dedico a mi prima un día entero en el que, entre otros muchos temas, conversamos sobre los blogs y los flogs. Ella no sabe lo que son; se lo explico y le parecen ideas ridículas y extremadamente egocéntricas, opinión que de alguna manera surreal comparto. Le hablo de las páginas de algunos amigos y le oculto la mía algo avergonzada. Pero hoy vuelvo a escribir.

Voy a leer otras novelas de Roth.

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